Roses in the Spring Water
Upon looking
at me for the first time you failed to see a wrinkled baby born too soon. Instead,
your eyes created the loveliest of creatures. A jubilant smile adorned your face
the instant you saw how my long, thin fingers mirrored yours. Your arms
embraced me in a tight cocoon the way one would hold a porcelain doll:
delicately and with all the tenderness love bestows.
Your voice
caressed my infant ears with delightful lullabies. Hard as I might have tried,
my voice could not resemble the beauty yours emitted. My entire life has
passed, yet I still remember every word.
Golden-haired pretty little doll
With pearly teeth and ruby lips
Tell me if you love me the way I adore
you
If you remember me the way I remember you
Sometimes I hear a divine echo
Which wrapped within the breeze seems to
speak to me…
Yes, I love you very, very, very much
Just as I did then, just as I will ‘till
death.
I became an adventurous
little girl, but you never grew weary of my caprices. You indulged every wish,
every dream, every desire of my childish heart. Your love for me was as blind
as mine for you was absolute.
We became accomplices. Nobody
could scold me, for you would defend me against it all. Even when I would upset
you, still you would not scold me. Our love was that infinite.
Distance separated us
through my adolescence, yet our love never wavered. My absence strengthened our
bond. You continued my confidant, my counselor, my unconditional. My teenage
heart dreamed of holding you again, of telling you how much I love you in
person, of telling you how much I missed you.
My wish was granted. Once
again, I found myself in the confines of your tenderness and reentered the safety of childhood. We knew our time together was limited, yet this certainty placed not a single shadow on our shared weeks.
One fall afternoon, I ran
into my house eager with good news only to find the happiness drained from my
mother’s face. The darkness in her hazel eyes froze my soul. Tears impeded her speech, yet I knew. Such pain is only expressed through the eyes, not through words. A cold dagger punctured my heart beyond repair that
afternoon.
My loving grandmother
had grown wings to end her maladies.
I could not fathom living in a world where she did not exist. But, she taught me how to be strong. She taught me how to smile in the face of adversity. She taught me circumstances can always worsen no matter how dire they might seem.
Everybody told me she
is in a better place.
Her pain
has ceased.
She is happy now.
I believed them.
Still, a selfishness
within me wishes she was still here. I long for her advice. For her jokes. For
her smile. It never dawned on me she could leave.
But no. She is not gone. She is more present than ever.
One must only see how my grandmother's likeness is reflected on my mother's face.
I hear her voice hum
her favorite song: Roses in the Spring Water.
She brings comfort after a nightmare.
She offers protection from those who seek to harm.
She bestowed the gift of unconditional love.
What else could be
expected? The meaning of the name Dora is, after all, “gift.”
She is a gift indeed.
Rosas en un Manantial
Al
mirarme por primera vez no viste a una bebé nacida antes de tiempo. En vez, tus
ojos crearon a la criatura más adorable. Una sonrisa jubilosa adornó tu cara el
instante en el que te diste cuenta cómo mis dedos largos y delgados semejan los
tuyos. Tus brazos me abrazaron en un capullo apretado de la misma manera en la
que uno sujetaría a una muñeca de porcelana: delicadamente y con toda la
ternura que el amor brinda.
Tu voz
acarició mis oídos infantiles con canciones de cuna deleitables. Tanto cómo yo
trataba, mi voz no podía imitar a la belleza que la tuya emitía. Mi vida entera
ha pasado, pero todavía recuerdo cada palabra.
Muñequita
linda, de
cabellos de oro
De
dientes de perla, labios
de rubí
Dime
si me quieres, cómo yo te adoro
Si de
mi te acuerdas, cómo
yo de ti.
Aveces
escucho un eco
divino
Que
envuelto en la brisa parece decir...
Sí te
quiero mucho, mucho, mucho, mucho
Tanto
cómo entonces, siempre hasta morir.
Me
convertí en una niña aventurera, pero nunca te cansaste de mis caprichos.
Complaciste cada deseo, cada sueño, cada anhelo de mi corazón infantil. Tu amor
por mi era tan ciego como el mío por ti era absoluto.
Nos
convertimos en cómplices. Nadie podía regañarme, porque tu me defenderías
contra todo. Inclusive cuándo te enojabas conmigo, ni siquiera me regañabas
entonces. Nuestro amor era tan infinito.
La distancia
nos separó durante mi adolescencia, mas nuestro amor nunca flaqueó. Mi ausencia
fortaleció nuestro lazo. Tu continuaste siendo mi confidente, mi consejera, mi
incondicional. Mi corazón adolescente soñaba con abrazarte de nuevo, con
decirte cuanto te quería en persona, de contarte cuánto te extrañaba.
Mi
deseo fue concedido. Una vez más, me encontré en los confines de tu ternura y
reingresé a la seguridad de mi niñez. Sabíamos que nuestro tiempo juntas era
limitado, pero aquella seguridad no puso ni pizca de sombra sobre nuestras
semanas compartidas.
Una
tarde de otoño, llegué a mi casa entusiasmada con buenas noticias sólo para
encontrar que la felicidad había sido arrebatada del rostro de mi madre. La
oscuridad en sus ojos color miel me congeló el alma. Las lágrimas impedían que
hablara, pero yo lo supe. Tal dolor es sólo expresado a través de la mirada, y
no por las palabras. Un puñal frío perforó mi corazón más allá de arreglo
alguno aquella tarde.
Mi
amorosa abuela había crecido alas para ponerle fin a sus males.
No
lograba entender cómo vivir en un mundo en el cuál ella no existía. Pero ella
me enseñó a ser fuerte. Ella me enseñó a sonreír en la cara de la adversidad.
Ella me enseñó que las circunstancias siempre pueden empeorar sin importar que
tan funestas parezcan.
Todo
mundo me dijo que ella se encuentra en un lugar mejor.
Que su
dolor ha terminado.
Que
ella es feliz ahora.
Les
creí.
De
cualquier manera, un egoísmo dentro de mi desea que ella todavía estuviera
aquí. Me faltan sus consejos. Sus chistes. Su sonrisa. Nunca se me ocurrió que
ella podría marcharse.
Pero
no. Ella no se fue. Ella está más presente que nunca.
Sólo
basta ver el rostro de mi madre para lograr encontrar el reflejo de mi abuela.
Escucho
su voz tararear su canción favorita: Las Rosas en un Manantial.
Consuela
después de las pesadillas.
Ofrece
protección de aquellos que amenazan con daños.
Otorgó
el regalo del amor incondicional.
Qué
más se puede esperar? El significado del nombre Dora es, después de todo,
"regalo."
Ella
es un regalo en realidad.